Obviamente, Pablo no estaba hablando de cualquier preso, sino de los cristianos que estaban en la cárcel debido a su fe. Cuando les escribió a los hebreos, Pablo mismo llevaba unos cuatro años encerrado (Filip. 1:12-14). El apóstol los felicitó por condolerse “de los que estaban en prisión”, es decir, por ser compasivos con ellos (Heb. 10:34).
Claro, ellos no pudieron ayudar personalmente a Pablo, pues estaba en Roma. Pero a pesar de ello, había algo que sí podían hacer por él: rogarle con insistencia a Dios que lo ayudara (Heb. 13:18, 19). Hoy día también hay cristianos en prisión. Los hermanos que viven cerca de ellos pueden prestarles ayuda, pero la mayoría estamos lejos.
¿Hay algo que podamos hacer? Sí, mencionarlos una y otra vez en nuestras oraciones. Esa es una manera de recordarlos y de mostrarles cariño y compasión. w16.01 1:13, 14
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